viernes, 25 de enero de 2013

Comentario, "La Arquitectura y el color"


LA ARQUITECTURA Y EL COLOR
La arquitectura es el arte de construir, utilizando diversos materiales (piedras, madera, cemento armado, ladrillo, metal, vidrio…). La arquitectura levanta edificios. Si nos planteamos la cuestión de la influencia del color en la belleza de las obras arquitectónicas podemos responder a ella afirmativamente.
El color es la impresión que produce en la vista la luz reflejada por un cuerpo. En una obra de arte, antes que el deseo de decorar, encontramos el deseo del hombre de expresarse, de manifestar lo que siente, no solo con palabras sino de cualquier otro modo capaz de impresionar a la vista o al oído. Por tanto el color constituye un medio valiosísimo para crear formas bellas y armoniosas que puedan producir en quienes las contemplen una emoción especial, distinta  de cualquier otra. Es esta capacidad de emocionar lo que distingue una manifestación artística de otra que no lo es. A menudo se persigue solo algún resultado práctico o no se logra alcanzar la meta artística obteniendo obras frías, que no transmiten.
La combinación de colores es muy importante ya que determina el efecto visual, la expresión y el simbolismo de la obra.
El uso de la policromía en el arte se remonta a los tiempos más lejanos.
Los asirios y los caldeos revestían sus estatuas de brillantes colores y decoraban las paredes de sus edificios con ladrillos esmaltados y con pinturas murales de color vivo.
Los egipcios decoraban sus templos y palacios con pinturas jeroglíficas.
En Grecia, los templos se hallaban pintadas cubriendo el suelo y las escaleras con un estuco espeso de color rojo; el capitel y el arquitrabe, recubierto de color carmesí; los triglifos, de color azul; las metopas, de rojo en su base; las cornisas, azules, y las columnas y los plafones ligeramente oscurecido por un barniz.
Bizancio, en el S.X, creó un sistema policromado de decoración exterior, consistente en la disposición de fajas horizontales, alternadas de ladrillo y obra de mampostería, que fue de uso común en todas las iglesias, y que perduro hasta el S.XIV. En el interior, la yuxtaposición de mármoles de diferentes colores, los mosaicos, las pinturas y las piedras y metales preciosos.
Durante la edad media  se doraba el follaje de los capitales y se decoraban con pinturas de tonos sencillos las paredes interiores de las iglesias, las bóvedas aparecían pintadas de azul celeste con estrellas doradas o plateadas.
En el renacimiento se empleo la policromía con toda su amplitud, particularmente en Italia y en Francia.
A principios del S.XIX floreció la policromía en las obras de arquitectura gracias al esfuerzo de algunos notables arquitecto como Semper, Hansen, Klece, etc.
Por tanto, el arte de la policromía ha existido siempre con sus periodos de florecimiento y decadencia, y ello justifica que en la realidad utilicemos el color para embellecer o resaltar las obras arquitectónicas. Teniendo en cuentas el resultado que queremos lograr debemos combinar los colores de forma armónica.
Si queremos que la vista se desplace uniformemente para la superficie coloreada, tenemos que emplear, colores parecidos entre sí. Si preferimos, por el contrario, que la vista sea atraída primero por unos colores, y luego por otros, porque nos interesa separar las formas, realizaremos nuestro trabajo con gamas contrastadas.
Debemos también considerar el tipo de edificio de que se trate, el uso que se le va a dar, donde se halla situado, si tiene o no carácter permanente…
Entre estas consideraciones tiene especial relevancia la luminosidad puesto que el color cambia según sea la intensidad de la luz. En una gran claridad todo cuerpo nos parece muy claro y en la sombra los objetos nos parecen mucho más oscuros. Por tanto no obtendremos la misma sensación coloristica en un edificio situado en Andalucía que en otro situado más al norte, con menos horas de luz, ya que el color no es una cualidad intrínseca de los cuerpos, sino el resultado de la forma peculiar de cada cuerpo de absorber y reflejar los rayos luminosos.
El color está presente en la naturaleza. Cuando contemplamos un paisaje podemos percibir gran cantidad de colores que configuran las formas y que son propios de un entorno particular. Creo que el arquitecto debe ser especialmente respetuoso con el entorno y no querer aportar en todo caso por la innovación. Lo que puede ser un proyecto interesante y creativo en un lugar puede resultar chocante en otro. Una urbanización de casas unifamiliares de colores vivos puede ser “divertida” en un entorno costero pero estaría fuera de lugar si la situamos en uno de los preciosos pueblos blancos de la sierra de Cádiz. El mismo cuidado debería tenerse al proyectar un edificio singular junto al casco histórico de una ciudad. Es interesante esta cuestión de la relación entre patrimonio histórico y modernidad. Sin duda, detrás del progreso en las diversas disciplinas hay un importante componente de “atrevimiento creativo” pero no creo que el equilibrio entre estética, creatividad y sensibilidad artística debe ser tenido en cuenta. Las obras de arte que han llegado hasta nosotros y que disfrutamos en nuestros pueblos y ciudades, no son únicamente creaciones individuales, sino algo mucho más importantes, son manifestaciones de la sensibilidad, de la cultura, de la concepción de la existencia que tenía todo un pueblo y por tanto constituyen un legado que merece ser respetado, conservado y protegido de agresiones de todo tipo, incluyendo las de carácter estético que a veces se perpetran en aras de la modernidad. En todo caso debe perseguirse un resultado armónico.
Por otro lado, hay que considerar otro aspecto del empleo del color en la arquitectura y es que el color actúa fuertemente sobre nuestra sensibilidad. El hombre experimenta los efectos sicológicos de los colores: ambiente azul es sedante, un rojo estimulante.
Charles Henry dice de los colores que despiertan “la sensación de placer o de obstáculo”.
Goethe asocia al color violeta la idea de alegría, al rojo la de poder, al azul oscuro la de calma y de frio, al verde de la atracción, al amarillo vivo la del ridículo y al amarillo claro la idea de nobleza.
La arquitectura empieza a consultar a la sicotécnica para su posible utilización en la construcción. Por lo general, los colores de la gama fría se suelen asociar con la calma, la quietud a la seriedad y los colores de la gama calidad se utilizan cuando se quiere expresar alegría, fuerza, valor.
Así ha sido elaborada una verdadera técnica de empleo del color en el campo terapéutico y profiláctico. La industria explota hoy las propiedades de los colores para atenuar la fatiga de los trabajadores y facilitar sin atención, o para prevenir accidentes señalando toda clase de peligros.
En consecuencia, el color es una de las técnicas que el arquitecto puede emplear para embellecer el ambiente en que vivimos pero también para enriquecer nuestra sensibilidad y conseguir el progreso estético.

Escrito por: Patricia Vergara O'Neale

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